La Cooperativa Santo Niño de la Bola, también conocida como Bodegas Taray, ha cumplido más de 50 años de trayectoria en la producción de vinos en Las Mesas, un pequeño pueblo de Cuenca. Originalmente constituida en las afueras del municipio, su infraestructura ha evolucionado notablemente, con el paso de tinajas a depósitos de acero inoxidable. Actualmente, la cooperativa se encuentra «en el núcleo» de la ciudad y trabaja arduamente para obtener mayor reconocimiento en un mercado donde pretende demostrar que los vinos de pequeños pueblos pueden ser de alta calidad.
En una reciente entrevista con Europa Press, la gerente de la cooperativa, Mariló García, comunicó que, con 750 socios activos, la cooperativa mueve anualmente alrededor de 25 millones de kilos de uva. «Hoy por hoy en la población todo el mundo es socio de la cooperativa», señala García, quien destaca el compromiso de los socios con la Cooperativa y asegura que el éxito del negocio se debe al esfuerzo colectivo en un pueblo con «identidad propia».
Aunque el vino a granel es el principal sustento económico, la cooperativa ha iniciado una línea de embotellado, comenzando con una embotelladora de segunda mano que producía entre 500 y mil botellas. Con el apoyo de las ayudas Vinati, han logrado establecer una sala de embotellado moderna que les permite cumplir con los estándares de calidad de otras bodegas. A pesar de que el vino embotellado sigue siendo una pequeña parte de su producción, están enfocándose en mejorar su comercialización con una estrategia definida y profesionales del sector.
Bodegas Taray actualmente exporta aproximadamente un 20% de su producción, con sus principales mercados en Alemania, Francia e Italia, y ha comenzado a incursionar en China, Estados Unidos y África. Entre sus marcas se incluyen Nouus, Taray, Picorzo y Chaparral, esta última posicionada en algunos puntos de Cuenca.
Los vinos embotellados de la cooperativa han recibir reconocimientos en diversos foros y concursos, lo que según el director técnico José Benito Román, sirve como un impulso para su publicidad. Sin embargo, García reconoce que la comercialización sigue siendo un desafío debido a la competencia existente en el mercado. A pesar de la calidad de su producto y de sus premios, admite que «la comercialización es muy necesaria» y destaca la importancia del marketing para el futuro de la cooperativa.
El objetivo central de la cooperativa es asegurar una liquidación justa para sus socios y garantizar un progreso constante. García señala que, aunque les gustaría avanzar más rápidamente, han trabajado en la inversión de sus beneficios para mantener y modernizar la infraestructura, como la reciente ampliación de los descargaderos, necesaria para adaptarse a las nuevas exigencias del sector.
Con la ambición de posicionar sus vinos como productos asequibles y de calidad, la Cooperativa Santo Niño de la Bola sigue adelante, buscando un lugar destacado en el competitivo mundo del vino.