La devastación ha alcanzado nuevos niveles en Birmania (Myanmar) tras el terremoto de magnitud 7,7 que sacudió el centro-norte del territorio, causando una catástrofe humanitaria sin precedentes en la región. Según el último balance oficial, proporcionado por la junta militar que gobierna el país desde el golpe de Estado de 2021, el número de víctimas mortales confirmadas asciende a 3.085. Además, hay reportes de 4.715 personas heridas y 341 desaparecidas en medio de las continuas labores de rescate y la remoción de escombros.
El informe, divulgado a través del diario Global New Light of Myanmar, subraya que la tragedia ha dejado un rastro de destrucción masiva, incluyendo al menos 21.783 viviendas colapsadas o severamente dañadas, 805 edificios de oficinas, 1.041 escuelas, 921 monasterios y conventos, 1.690 pagodas, 312 edificios religiosos, 48 hospitales y clínicas, así como 18 hectáreas de cultivos arrasadas.
Para atender la emergencia, el miércoles 49 aviones con ayuda internacional aterrizaron en Birmania, trayendo consigo 1.915 efectivos de rescate y más de 714 toneladas de materiales destinados a las zonas más afectadas. La Organización de Naciones Unidas (ONU) estima que aproximadamente 10 millones de personas habitan en las seis regiones declaradas en emergencia, enfrentando una situación crítica.
Entre algunos destellos de esperanza, se reportó el rescate de tres hombres que sobrevivieron cinco días atrapados bajo los escombros, constituyendo los únicos casos de éxito conocidos en las últimas 72 horas. Estos rescates destacan los esfuerzos incesantes de las operaciones de búsqueda que se llevan a cabo en condiciones extremadamente desafiantes.
En un intento por facilitar las tareas de ayuda humanitaria, la junta militar anunció una tregua de tres semanas en el conflicto interno que azota al país, rechazando así un alto al fuego previamente ofrecido por grupos rebeldes. Este «alto el fuego temporal» viene acompañado de una advertencia: cualquier grupo armado que viole sus términos enfrentará «contraataques».
Este gesto de la junta se produce tras las peticiones de numerosas organizaciones humanitarias y gobiernos internacionales, que han instado a proteger a los civiles y asegurar la entrega de la asistencia en medio del caos post-terremoto.
El terremoto de Myanmar no solo ha causado una pérdida humana y material inmensurable, sino que también ha puesto a prueba la capacidad del país para gestionar desastres de magnitud significativa en un contexto de turbulencia política y social. La respuesta internacional en forma de ayuda se convierte en un rayo de esperanza para los afectados, mientras el mundo observa y espera que la recuperación pueda comenzar lo antes posible.