El próximo 8 de septiembre, el primer ministro francés, François Bayrou, enfrentará al Parlamento con su cuestionado plan de ahorro de 44.000 millones de euros en los presupuestos para 2026. Su solicitud de un voto de confianza llega en un momento delicado, justo antes de una gran protesta programada para el 10 de septiembre. La situación es inquietante, ya que la alianza de centristas y conservadores que lo respalda carece de una mayoría absoluta, lo que podría desencadenar su renuncia y una crisis gubernamental si no logra el respaldo necesario.
Durante una reciente conferencia de prensa, Bayrou subrayó la urgencia de clarificar la situación presupuestaria y afirmó que el Parlamento debe ser el escenario de esta discusión, en lugar de las calles. Reconociendo su precariedad en el poder, argumentó que optar por no actuar podría ser más riesgoso que afrontar el desafío de la moción de confianza, que podría llevar a una inestabilidad política considerable.
El plan de Bayrou abarca medidas severas, como la congelación de ciertas prestaciones y eliminación de festivos, con el objetivo de reducir un déficit público que alcanzó el 5,8 % del PIB en 2024. Aunque se espera que este ajuste ayude a llevar el déficit a un 4,6 % en 2026, la incertidumbre política podría complicar aún más la implementación de estas medidas necesarias para cumplir con los estándares del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Unión Europea.
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