En un reciente estudio publicado el 24 de octubre por la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA), se revelan cifras alarmantes que ponen de manifiesto el creciente problema de la islamofobia en 13 países miembros de la UE. El informe resalta que el 50% de los musulmanes residentes en la Unión Europea se enfrentan a discriminación en su día a día, un porcentaje significativamente mayor que el 39% reportado en 2016. Esta cifra contrasta marcadamente con el 21% que representa a la población general afectada por discriminación, según datos del Eurobarómetro de este año.

Este informe evidencia la dura realidad a la que se enfrentan las personas musulmanas en Europa, donde corren casi el doble de riesgo de sufrir discriminación comparado con otros grupos. A este respecto, Julien Talpin, sociólogo del Centre National de la Recherche Scientifique de Francia, hace hincapié en que la islamofobia se ha convertido en un problema de escala mundial, exacerbado desde los atentados del 11 de septiembre de 2001.

La FRA basó su reporte en entrevistas a 9,604 individuos en países como Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, entre otros, reportando las tasas más altas de discriminación en Austria (74%), Alemania (71%), Finlandia y Dinamarca (64%), y las más bajas en Suecia (23%), España (31%) e Italia (34%).

El estudio también arrojó luz sobre cómo el racismo antimusulmán se ha ido normalizando, convirtiéndose en «socialmente aceptable» más allá de los linderos políticos tradicionalmente asociados a la extrema derecha. El reporte del Centro Austriaco de Documentación sobre Islamofobia es un caso puntual que refleja esta tendencia, al reportar 1,522 denuncias de racismo antimusulmán en 2023, un incremento respecto al año anterior.

Esta problemática trasciende la esfera política. Organizaciones como ZARA —que combate el racismo en Austria— y figuras como Désirée Sandanasamy alertan sobre el papel de los medios en la perpetuación de estos estereotipos negativos hacia las personas musulmanas. Además, datos indican una preocupante presencia de racismo estructural, donde hasta las autoridades y entidades estatales están implicadas.

La islamofobia no es exclusiva de la extrema derecha, como a menudo se piensa. El fenómeno ha encontrado terreno fértil en varios sectores de la sociedad, normalizando una agenda de rechazo y discriminación hacia las personas musulmanas, asociándolas injustamente con el terrorismo. Este escenario ha llevado incluso a la fuga de talentos en países como Francia, donde musulmanes, ya sea por fe o cultura, optan por buscar horizontes más inclusivos y menos hostiles.

El informe concluye resaltando la complejidad de identificar cuándo una persona es considerada musulmana en Europa, abordando el tema desde perspectivas que incluyen la herencia cultural y las percepciones impuestas socialmente, más allá de la propia fe o prácticas religiosas. También aboga por una mayor comprensión y respeto hacia la diversidad, y por acciones concretas para combatir este aumento preocupante de la islamofobia en el continente europeo.

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