Hoy, 30 de enero, es el día en que se conmemora en todo el mundo el Día Escolar de la Paz y la No Violencia. Este año coincide en domingo, sin embargo, centenares de centros de nuestra Comunidad Autónoma lo habrán celebrado con actividades el viernes o lo harán mañana lunes con el fin de crear conciencia de que la mejor manera de que un ser humano pueda desarrollarse como persona es viviendo en un estado de paz.
Es inevitable, en un día como hoy, hacer referencia a los aires bélicos que acechan Europa, sería incluso irresponsable no mencionarlo, porque ante la violencia hay que posicionarse, pues no hacerlo sería convertirse en cómplice. De la misma manera que no podemos permitir la violencia en un centro educativo, ni en las parejas, ni en el hogar o en la calle, tampoco podemos permitir la violencia, ni física ni verbal, en la política ni entre los políticos y, por supuesto, entre estados, aunque estos sean soberanos.
Comencemos a educar en la paz desde la infancia y desde todos los lugares, especialmente desde las familias y los centros educativos, si un niño o una niña ven el ejemplo, lo imitarán, y jamás entenderán que la violencia sea el fin para conseguir lo que se desea, pues pretender conseguir algo mediante la violencia siempre será un medio espurio de alcanzarlo.
Es cierto que admitir el ideal de no-violencia absoluto es difícilmente sostenible sin que caigamos en contradicciones, pero ojalá la única violencia que tengamos que vivir sea la que sirva para detener una violencia mayor.
El derecho a la paz es uno de los Derechos Humanos desde 1984, pero, como todos sabemos, los Derechos Humanos no son aceptados ni reconocidos en las legislaciones de todas las naciones. Deberíamos entender la paz como patrimonio de la humanidad, como el más antiguo y valioso de los lugares en los que deseamos habitar y permanecer.
Solemos hacer la pregunta retórica de qué mundo queremos dejar a nuestros hijos e hijas, cuando hablamos de cambio climático, pero deberíamos hacérnosla también pensando en los valores morales que queremos dejar en herencia, especialmente el de dejarles un mundo en el que, por alguna vez en la historia, el ser humano viva un largo, y ojalá eterno, momento de paz.
Rosa Ana Rodríguez
Consejera de Educación, Cultura y Deportes