En un mundo cada vez más asolado por conflictos y catástrofes climáticas, la elección entre permanecer en una patria conflictiva o buscar refugio en otro país se torna cada vez más compleja. Más de 120 millones de personas se han visto forzadas a tomar esta difícil decisión, enfrentándose no solo a la desolación de dejar su hogar, sino también al desafío de adaptarse a entornos donde el cambio climático agrava su vulnerabilidad. Haití, Somalia, Etiopía, Siria y Sudán encabezan la lista de naciones cuyos habitantes luchan día a día contra las consecuencias devastadoras de estos cambios ambientales.
La COP29 ha sido el escenario escogido por la ONU para presentar el informe «No place to go», una mirada profunda a la crisis que enfrentan aquellos que huyen de la guerra, solo para encontrarse con las garras del cambio climático. La situación promete empeorar, con proyecciones indicando que para 2040, el número de países expuestos a amenazas climáticas extremas se disparará de tres a 65, poniendo en riesgo a un número aún mayor de desplazados.
El testimonio de Grace Dorong, quien huyó de la guerra civil en Sudán del Sur para refugiarse en Kenia, es un recordatorio viviente de las complejas intersecciones entre conflicto y cambio climático. Su lucha por mantener su dignidad en un escenario marcado por inundaciones y extremo calor refleja la cruda realidad que enfrentan millones. Sudán del Sur, por ejemplo, ha experimentado una de las peores inundaciones en seis décadas, subrayando la urgente necesidad de acciones concretas.
La situación exige una respuesta global coordinada. Miguel Pajares, líder de la Comisión Catalana de la Ayuda al Refugiado, señala que la mayoría de los refugiados se quedan en países vecinos, a menudo igual de empobrecidos y vulnerables al cambio climático. La importancia de destinar fondos de adaptación a estos campamentos es crucial para mitigar las consecuencias y proporcionar un soporte adecuado a estas poblaciones afligidas.
A pesar de los esfuerzos internacionales, el panorama parece desalentador, especialmente con el retorno de líderes políticos como Donald Trump, quien ha manifestado posturas negacionistas respecto al cambio climático y amenaza con retirar nuevamente a Estados Unidos del Acuerdo de París. Mientras tanto, Joe Biden busca distanciarse de estas posturas con acciones simbólicas, como su reciente visita al Amazonas, un área vital amenazada por el cambio climático y la deforestación.
Este escenario global destaca una paradoja crítica: las naciones y comunidades menos responsables del cambio climático son las que sufren sus peores consecuencias. A medida que el mundo avanza hacia un futuro incierto, la necesidad de solidaridad global, acciones efectivas contra el cambio climático y apoyo a los refugiados nunca ha sido tan urgente. La crisis climática y de refugiados se entrelazan cada vez más, exigiendo una respuesta que aborde tanto las causas raíz como los impactos inmediatos de estas catástrofes globales.