En un audaz movimiento diplomático que ha encendido las tensiones entre Israel y varios países europeos, el Ministro de Exteriores de Israel, Israel Katz, ha lanzado una seria reprimenda a través de las redes sociales dirigida a España, Irlanda y Noruega por su reconocimiento de Palestina como Estado. Con mensajes directos especialmente enfocados a España, Katz ha llevado la confrontación a un dominio público, criticando ásperamente las decisiones políticas de estos países respecto al conflicto palestino-israelí.
La polémica se intensificó tras la publicación de un video por parte de Katz, en el que se mezclaban imágenes de una pareja bailando flamenco con escenas de violencia y desorden provocadas por el ataque de Hamás del 7 de octubre en el sur de Israel. Este video, que culmina con la contundente frase «Pedro Sánchez, Hamás le agradece su servicio», ha sido interpretado como un intento de vincular la decisión política española con el apoyo al terrorismo, una acusación que ha caído como un jarro de agua fría en la diplomacia española.
La escalada no se detuvo allí. Katz profundizó la ofensiva contra España, publicando mensajes que aluden a momentos históricos como la Inquisición y haciendo patente su descontento con la actitud del gobierno español, señalando que «Los días de la Inquisición han terminado» y que «el pueblo judío tiene un Estado soberano e independiente.» Esta declaración fue seguida por una medida inusualmente dura: Katz anunció la prohibición de actividades consulares españolas en Jerusalén dirigidas a residentes de la Autoridad Palestina, efectiva a partir del 1 de junio.
Estas acciones han generado una respuesta mixta dentro de España. Mientras que el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, aseguró que España no sería amedrentada, especialistas y diplomáticos españoles se han mostrado sorprendidos por el alcance de las represalias israelíes. Isaías Barreñada, Doctor en Relaciones Internacionales, sugirió que la reacción de Israel parece desproporcionada, implicando una intensificación diplomática que quizás busque dividir internamente a la sociedad española y europea en general.
El reconocimiento de Palestina por parte de estos países europeos marca un momento crítico en las ya complejas relaciones entre Europa e Israel. Este acto, interpretado por Tel Aviv como un alineamiento con posturas percibidas como hostiles hacia la soberanía israelí, ha desencadenado un debate sobre la efectividad y las consecuencias de tales reconocimientos en el proceso de paz en Oriente Medio.
Mientras tanto, la comunidad internacional observa de cerca esta creciente tensión. Con una historia de relaciones marcadas por altibajos desde el establecimiento formal de vínculos en 1986, este último episodio añade otro capítulo difícil a la larga narrativa entre España e Israel. Sin embargo, a pesar de las duras palabras y las medidas adoptadas, queda espacio para la diplomacia y el diálogo, con la esperanza de que ambas naciones encuentren un camino hacia una resolución pacífica y constructiva del conflicto.