El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha inaugurado un controvertido centro de detención para migrantes en los Everglades de Florida. Con el nombre peculiar de «Alligator Alcatraz», esta instalación se encuentra en una antigua pista de aterrizaje que fue utilizada para entrenar pilotos. La elección del lugar no ha dejado de provocar reacciones adversas, debido a su entorno natural, repleto de caimanes, pitones y mosquitos.
Trump ha descrito la situación como un “entrenamiento de supervivencia” para aquellos migrantes que intenten escapar, una afirmación que, lejos de aplacar las críticas, ha intensificado el debate en torno a la humanización y los derechos de los detenidos. En una aparente mezcla de humor y desdén, el presidente comentó que los migrantes aprenderían a “huir de los caimanes”, aludiendo a la fauna salvaje que rodea el nuevo centro.
La instalación, que tiene la capacidad de albergar hasta 5,000 migrantes, representa una de las piezas fundamentales de la política de deportaciones masivas que ha promovido el gobierno de Trump. Acompañado por el gobernador Ron DeSantis y la secretaria del Departamento de Seguridad Nacional, Kristi Noem, el presidente celebró la “eficiencia” de este nuevo centro, que ha sido levantado con el objetivo de expandir el número de camas de detención en el país.
Sin embargo, la inauguración del «Alligator Alcatraz» no ha pasado desapercibida por los grupos de derechos humanos. Organizaciones como la ACLU han criticado la instalación, catalogándola como evidencia de las políticas punitivas del gobierno, y han señalado que las condiciones de hacinamiento en otros centros de detención ya son alarmantes. Con un crecimiento en el número de migrantes detenidos, se ha evidenciado que muchos de estos se encuentran en condiciones inadecuadas e inhumanas.
La ubicación del centro también ha suscitado preocupaciones ambientales. Situado en tierras ancestrales de las tribus Miccosukee y Seminole, esta construcción se ha levantado sin un estudio adecuado de impacto ambiental. La cuestión del coste también ha alimentado el descontento en las comunidades locales, quienes perciben la operación del centro —calculada en 450 millones de dólares anuales— como una amenaza para el delicado ecosistema de los Everglades.
El «Alligator Alcatraz» se proyecta como un modelo que el gobierno busca replicar, en un contexto donde, según las proyecciones, se espera multiplicar el número de camas de detención hasta alcanzar 100,000. Sin embargo, el hecho de que las cifras de detenciones actuales no se acerquen a esos números plantea serias dudas sobre la efectividad de dichas estrategias. En el corazón de estos debates, el bienestar de miles de migrantes y la sostenibilidad de un ecosistema vital se encuentran en una encrucijada.