El Mallorca y el Atlético de Madrid se enfrentan en Son Moix por la jornada 5 de LaLiga, un duelo marcado por la necesidad de los baleares de sumar su primera victoria y la presión sobre Simeone, que llega con bajas sensibles
El calendario, caprichoso como siempre, ha querido que Mallorca y Atlético de Madrid se encuentren en Son Moix en un duelo que huele más a examen que a simple jornada de Liga. Los baleares llegan con el casillero de victorias vacío, una losa que pesa más que el calor húmedo del Mediterráneo en septiembre. Los madrileños, por su parte, arrastran un arranque gris, de esos que convierten a Simeone en protagonista no por su garra, sino por la sombra incómoda de la duda. Curioso contraste, un equipo que necesita ganar para empezar a caminar y otro que, aun sin estar muerto, teme que lo confundan con un cadáver.
El Mallorca de Jagoba Arrasate encadena tropiezos, y su banquillo se parece más a una sala de urgencias que a un cuartel de guerra. Javi Llabrés es duda, Kumbulla podría quedarse fuera y Maffeo entra en escena como quien aparece tarde en una obra de teatro, pero roba el foco en cuanto pisa el escenario. En ataque, la esperanza se reparte entre la potencia de Muriqi y la frescura de Mateo Joseph, sin olvidar la carta inesperada de Jan Virgili, un muchacho que podría convertir su adolescencia futbolística en madurez súbita si logra brillar.
El Atlético y la paradoja del poder frágil
Simeone vive atrapado en esa antítesis tan propia del fútbol moderno, tenerlo casi todo y, al mismo tiempo, no tener nada. Su Atlético cuenta con plantel amplio, nombres reconocibles, experiencia europea, pero acumula apenas cinco puntos en cuatro partidos. La nómina de ausencias Giménez, Baena, Almada suena más a parte médico que a alineación, y a eso se suman las dudas de Jonny Cardoso y Julián Álvarez. El resultado, un equipo que parece poderoso, pero que se siente vulnerable.
Las posibles sorpresas del once rojiblanco hablan del desconcierto, Hancko, Koke o Sorloth como revulsivos en busca de equilibrio. La presión sobre el “Cholo” es evidente, y en este deporte tan implacable, una derrota en Mallorca no se mediría en puntos, sino en sospechas. El técnico argentino, que tantas veces se ha visto como general en trincheras imposibles, hoy parece un comandante obligado a justificar cada movimiento táctico, cada alineación, cada silencio en rueda de prensa.
El duelo como termómetro
El choque en Son Moix no es un simple partido de septiembre, es un termómetro para medir febrículas de crisis o destellos de resurrección. El Mallorca necesita romper su racha para no hundirse demasiado pronto en ese océano de la desesperación que llamamos “zona baja”. El Atlético, en cambio, está llamado a reafirmarse en lo alto, porque si el vértigo llega en septiembre, la caída de enero puede ser mortal.
Todo apunta a un pulso de nervios, Muriqi y Mateo Joseph como martillos contra la defensa rojiblanca, mientras Koke y Llorente intentan sostener la autoridad de un Atlético que no puede permitirse otra actuación pálida. En un deporte donde un balón que roza el poste puede costarle el puesto a un entrenador, Simeone se enfrenta a la paradoja más cruel del fútbol, ganar para seguir siendo lo que siempre fue, o tropezar y convertirse en la víctima de un destino que, como siempre, no perdona.