El expresidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, quien gobernó el país de 2005 a 2013 bajo una línea ultraconservadora, se ha sumergido nuevamente en el panorama político al registrarse como candidato para las inminentes elecciones presidenciales del 28 de junio. Sin embargo, su participación está pendiente de la aprobación del Consejo de los Guardianes, un organismo clave en el proceso electoral iraní que ya lo descalificó en ocasiones anteriores, concretamente en 2017 y 2021.
Ahmadineyad, cuya presidencia estuvo llena de controversias tanto dentro como fuera de Irán, aun así se presenta como un candidato deseoso por atender las necesidades del pueblo. Durante una rueda de prensa que siguió a su registro oficial, compartió sus principales objetivos: resolver los problemas cotidianos de sus conciudadanos, fomentar un ambiente positivo para los negocios, erradicar la corrupción, limitar la intrusión gubernamental en la vida cotidiana y promover inversiones tanto nacionales como internacionales.
Su decisión de entrar de nuevo en la liza política viene motivada, según sus propias palabras, por el clamor popular. «El deseo del pueblo, que insistentemente ha pedido a su servidor que entre en esta arena», aseguró. Esta es una clara muestra de la conexión que mantiene con una base de simpatizantes, sustancialmente entre las clases populares, quienes a pesar de las dificultades económicas que enfrentó el país durante su mandato, aún confían en su capacidad para implementar cambios beneficiosos.
Durante su inscripción, Ahmadineyad fue recibido y acompañado por una considerable masa de seguidores, portando la bandera de Irán en un gesto de apoyo, mostrando la televisión local cómo el político conservador todavía ejerce una notable atracción entre ciertos sectores de la sociedad.
La presidencia de Ahmadineyad siguió a la de Mohamed Jatamí, el primer presidente reformista del país desde 1999, quien es conocido por haber intentado abrir Irán a la comunidad internacional. A su llegada al poder, Ahmadineyad revirtió muchas de estas políticas, adoptando posiciones más conservadoras y recalcitrantes, lo que incrementó la tensión entre Irán y otras naciones, especialmente Occidente.
La esperada aprobación de su candidatura por parte del Consejo de los Guardianes es el último obstáculo que debe superar para formalmente entrar en la competencia. Este órgano no solo tiene la potestad de descalificar aspirantes políticos basándose en criterios de idoneidad, sino que también ejerce un amplio poder de veto sobre la legislación aprobada por el Parlamento.
Este nuevo intento de Ahmadineyad por regresar a la presidencia de Irán representa no solo un desafío para él a nivel personal, considerando los antecedentes de rechazo por parte del Consejo de los Guardianes, sino también un importante termómetro del estado actual del conservadurismo en la política iraní, en un país siempre en la búsqueda de equilibrar la tradición con las demandas de un mundo en constante cambio.