Agustín Durán (Ciudad Real, 1982), maestro, músico, cómico, y en definitiva humanista multidisciplinar, suma en su reloj 20 años desde la primera vez que pisó un escenario para compartir sus ‘tontás’, dos décadas desde que el festival de monólogos de la Facultad de Informática del campus ciudadrealeño en torno a las fiestas de Santa Tecla sirviera como primeras tablas en una carrera que aún tardó 13 años en profesionalizarse pero que le ha llevado a repartir humor manchego en bambalinas de toda España.
En entrevista con Europa Press, ha recordado que fue la casualidad la que le llevó a coger un micrófono en 2002. Según relata, estudiaba Magisterio, «pared con pared» con la facultad de Informática, cuando se convocó el concurso de monólogos que sirvió para preludiar su carrera.
«Me animaron mis compañeros de universidad. Siempre he sido el payaso del grupo. En mi sangre viene ese gen de la payasez, mi abuelo ya era conocido como Agustín ‘El Cachondo’ en Picón. Era el mote de mi familia… se dedicaban a dar por saco y liarlas pardísimas», rememora Durán.
La ‘Triunfomanía’ –todo lo que rodeó a la primera edición de Operación Triunfo hace 20 años–, fue el primer hilo conductor de un monólogo ejecutado por Agustín Durán, salpicado incluso con imitaciones. Un texto que, reconoce, «ha envejecido mal» y que no podría volver a representarse.
Fue una primera cita con la comedia a la que prosiguió otro pase hablando de la liturgia del estudio, una actuación para la que se presentaron en el paraninfo de su ciudad 1.200 personas. «El pinchazo definitivo».
HUMOR «LIMPIO, BLANCO, POCO DAÑINO» COMO ESENCIA MANCHEGA
Agustín Durán empieza a forjar los primeros azulejos amarillos de su carrera al mismo tiempo que se prende la mecha del humor ‘chanante’, de forma paralela al auge y consolidación del producto diseñado en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca con marchamo albaceteño por Joaquín Reyes, Julián López, Ernesto Sevilla o Raúl Cimas.
Pero, reconoce, en aquella época todavía no se había enganchado a una forma de hacer comedia que, si bien no era nueva –venía precedida por ilustres paisanos como José Mota, José Luis Coll o Millán Salcedo–, sí que supuso un punto de inflexión en la forma de consumir humor, casi de reír, algo que vino apoyado por el desarrollo de plataformas como Youtube.
En todo caso, sí que admite influencia de cómicos machegos. «Yo, en mi nivel de ovejez cuando era joven, no quería salir a la calle. Yo quería que fuese miércoles para ver a José Mota. A los ‘chanantes’ los descubrí mucho después».
El ecosistema del humor manchego bebe de una clave, según Durán: «Es un humor muy sincero, un humor que la mayoría de las veces no es forzado. Aquí se ríe el que se ha caído de boca contra el suelo y el que lo está viendo. Es limpio, poco dañino, muy blanco y querido y respetado. El humor manchego se entiende en Bilbao, en Barcelona…», asegura el cómico.
Una forma de reír casi gemela a la forma de ser del manchego. «Si te sientas en un banco a escuchar a dos manchegos mayores que hablan de sus problemas, aunque el problema sea gordo, te vas a reír por cómo lo cuenta y por cómo lo afronta. Eso tiene el humor manchego, que nos reímos mucho de nosotros, de lo que nos pasa, y con mucha naturalidad. Eso hace que sea maravilloso. Cuando la propia realidad te hace reír, es lo que más se disfruta», ha abundado.
LA «CIÉNAGA DE LOS MUERTOS» DE COLLADO VILLALBA PRENDIÓ LA MECHA
Tras unos primeros años coqueteando con los escenarios, fue en 2015 cuando un mugroso hotel de Collado Villaba sirvió como punto de partida a la profesionalización de Durán.
«Fui a Madrid a hacer las oposiciones de maestro de música. Me alojé en la ciénaga de los muertos. La casa de Shrek tenía más comodidades. Grabé un vídeo y lo subí a Facebook para mis amigos, y al día siguiente se había viralizado. Incluso en la puerta del examen había gente que me preguntaba por la habitación», recuerda Agustín Durán.
La nota del examen fue un 0, pero no impidió que el cómico manchego empezara a asumir la comedia como estilo de vida. «Empecé a hacer vídeos y comenzaron las llamadas para actuar. En un teatro, en una asociación, al final me vi con casi 15 actuaciones al mes. Seguía con mis clases de profesor de piano, las fui compatibilizando, hasta que la ‘tontá’ se comió todo lo demás».
Y con el verano de 2015 llega la profesionalización, una carrera que empezaba a despegar por escenarios desde Porzuna hasta Salamanca, con una actuación trascendente en el Zahora.
Sobre ella, recuerda que pidió al gestor de la sala –Guillermo, buen amigo de Agustín– la cantidad de 300 euros por actuar, algo a lo que se negó. La decisión fue entonces cobrar entrada al precio de 6 euros, una llamada a la que acudieron 500 paisanos, lo que le hizo pensar que, a lo mejor, «se podría vivir de esa manera». «Esa actuación hizo el ‘click'».
«QUEDA MUCHO POR APRENDER Y POR TOLERAR»
Agustín Durán ha tenido tiempo para hacer su particular análisis sobre el recurrente debate de los límites del humor. «Creo que tenemos todavía mucho que aprender, sobre todo a tolerar. En España, si ves una película y no te gusta, ya está, no criticas, pero con el humor, si algo no gusta, matamos al tío, y estamos esperando a que alguien al que le va bien pise un baldosín de lado para atizarle», considera.
«El humor es humor. Los cómicos representamos papeles y hacemos coñas, y no pasa nada. Yo hago chistes de mi padre, y le quiero mucho. Y me meto conmigo y eso no quiere decir que no me tenga respeto», ha abundado.
Incluso, reconoce que el obligado buenismo para no desentonar a la hora de hacer comedia también influye en el proceso de creación. «A la hora de escribir, no es que me autocensure, pero procuro tener cuidado, y si soy capaz de decir lo mismo intentando no meterme en ningún charco, lo voy a hacer», afirma el cómico.
En esta línea, ha citado ejemplos de polémicas como la protagonizada por Dani Mateo al sonarse los mocos con una bandera de España en El Intermedio. «Está en un programa de izquierdas, hace un ‘gag’ y la gente se encabrona, pero si en vez de ser la bandera lo hace con otra cosa le habrían sacudido igual».
Durán, que fue alcalde del Partido Popular en Picón en la legislatura 2007-2011, defiende el humor político e incluso lo disfruta como espectador, pero se aleja de él en sus textos. No obstante, niega que ese tipo de humor sea propiedad de izquierdas o de derechas, añadiendo que, por norma general, los políticos también son «unos cachondos».
Recuerda en este punto una actuación en un pueblo de su provincia donde gobernaba un partido independiente. «Qué siglas tan raras», pensó, y al preguntar al alcalde por cuál era aquella opción política, éste contestó: «Estamos a la derecha de Vox», rememora como chascarrillo.
«Pero me he reído en la distancia corta con políticos de todo lado. Emiliano, Nemesio, Josele, Blanca Fernández, Rosa Romero, Eva María Masías, Paco Cañizares… Me lo he pasado bien con ellos, cada uno tendrá su historia, pero en Ciudad Real somos buena gente», enfatiza.
COMIENZA LA GIRA
Para soplar las velas de su cumpleaños número 20 haciendo reír, Agustín Durán ya prepara su gira por teatros de toda España, que tendrá como punto de partida el Teatro Quijano de su Ciudad Real natal en el mes de enero.
A partir de ahí, célebres escenarios castellanomanchegos como el Rojas de Toledo o el Teatro Circo de Albacete como paso previo a girar por tablas de Cataluña, Galicia o Comunidad Valenciana.