Un Giro Inesperado en Valle Salvaje
La manipulación en Valle Salvaje es, hasta la fecha, casi un arte para Victoria. Pero, como cualquier estratega fría, posee un punto de quiebre y el de ella llega con el embotamiento del sentimiento de culpa, que a ella, por supuesto, le costará soportar y que se convertirá en una verdad insoportable para sus entrañas.
En un acto desesperado confiesa lo impensable: «Yo maté a Pilara». Con esta confesión no solo confirma las expectativas previas de su rival, sino que también desencadena un terromoto emocional: ¿crimen premeditado o crimen pasional? A esta pregunta están atadas las vidas de ambas. Massague, lejos de retroceder, agudiza sus garras. Saber la verdad la empodera, pero también la encierra en una trampa: su acción puede volverse contra ella en José Luis.
La ambigüedad del duque es el eje de este enfrentamiento: su negativa a elegir no es neutralidad, sino un combustible al fuego. El ama de llaves susurra, las miradas se clavan y la finca es, en sí misma, un polvorín al acecho de una chispa. Victoria, no obstante, no ha tenido en cuenta que la viuda de Pilara también guarda, bajo la manga, sus propias cartas.
Porque la viuda de Pilara no solo busca justicia, sino que busca venganza y está dispuesta a todo para que Victoria caiga en desgracia. Un sobre con documentos comprometidos escondido en el escritorio de José Luis puede ser su siguiente jugada. Pero en este juego de ajedrez se sabe bien que, con un movimiento en falso, cualquiera puede perder para siempre.
Mientras ello ocurre, José Luis también empieza a mostrar signos de cansancio. Las luchas internas hacen estragos en su paciencia, en su autoridad. Si no se decide pronto, el título que ha defendido con uñas y dientes puede convertirse en un montón de cenizas. Y lo peor de todo, esta vez, es que ni siquiera sabe de qué parte está la razón.