La última entrega de MasterChef Celebrity 10 no dejó a nadie indiferente, llevándonos a presenciar una prueba de expulsión que combinó la creatividad culinaria con la tecnología, desatando un torbellino de emociones entre los concursantes. En esta ocasión, los que se desempeñaron peor en la prueba de exteriores se enfrentaron a un desafío poco convencional: preparar sus platos utilizando la Inteligencia Artificial y, lo más complicado, contra el reloj.
Por primera vez en la historia del popular talent show de Televisión Española, los aspirantes utilizaron una tablet para dejarse guiar por una configuración artificial, creando un platillo a partir de solo diez ingredientes. La competición se tornó aún más intensa con la inclusión de una campana: el primero en completar su plato debería hacer sonar el timbre, alertando al resto que solo les quedaban dos minutos para culminar sus preparaciones.
El giro inesperado llegó cuando Jorge Luengo, el mago del grupo, sorprendió a todos al completar su elaboración tan solo 20 minutos después de iniciar. Este hecho, que sería calificado como «el cocinado más corto del programa» por los jueces, provocó una serie de desastres culinarios entre sus compañeros. Muchos de ellos no lograron presentar sus platos, mientras que otros llegaron a la cata con poco más que ideas sin desarrollar.
La tensión aumentó en el momento de las valoraciones. Alejo Sauras, Mariló Montero y Soraya Arnelas fueron los peores clasificados, pero fue la presidenta del jurado quien convirtió la descalificación en un momento dramático: Pepe Rodríguez reveló que los fallos de Soraya eran innegables, destacando que su plato «no estaba acabado. Es más, no estaba empezado». Con lágrimas en los ojos, la cantante de Operación Triunfo se despidió, reflexionando sobre su trayectoria: «Mi carrera comenzó en un concurso hace 20 años y, 20 años después, me dedico a cantar. Tuve la suerte de tener una carrera».
La eliminación, sin embargo, trajo consigo un trasfondo emocional que resonó en los demás participantes. La despedida de Soraya no solo impactó a la audiencia, sino que también desnudó la vulnerabilidad de otros competidores. Torito, conmocionado, abrió su corazón sobre la importancia de estar en un programa que ha sido un trampolín para sus carreras. La culpa se cernió sobre Luengo, quien se mostró visiblemente afectado y pidió disculpas por el efecto que su estrategia tuvo en sus compañeros.
La noche culminó con un ambiente cargado de tensiones y emociones, en un plató que se ha convertido en un crisol de talento, retos y, sobre todo, historias humanas que van más allá de la cocina.