En un intento por descongelar las tensiones comerciales y avanzar hacia una solución a largo plazo a la prolongada disputa que ha sacudido los mercados globales, China y Estados Unidos cerraron dos días de intensas negociaciones en Londres con un acuerdo preliminar que busca solidificar el diálogo y la cooperación entre las dos economías más grandes del mundo. Las negociaciones, enmarcadas en el consenso alcanzado por los presidentes Xi Jinping y Donald Trump durante su conversación telefónica la semana pasada, han culminado con la promesa de trabajar hacia un entendimiento más profundo y concreto.
Li Chenggang, uno de los negociadores clave del equipo chino, describió las recientes conversaciones como intercambios «profesionales, racionales, profundos y sinceros», destacando el compromiso de ambas partes para implementar el consenso previamente acordado no solo en la reciente reunión sino también durante las negociaciones de Ginebra el mes pasado. La agencia estatal china Xinhua reportó estas palabras de Li, quien ocupa el cargo de viceministro de Comercio y representante de comercio internacional del gigante asiático, enfatizando la importancia de este acercamiento para la confianza bilateral.
Desde el lado estadounidense, el secretario de Comercio, Howard Lutnick, expresó su optimismo hacia el marco comercial acordado y el plan de implementación, sugiriendo que esto podría llevar a la resolución de disputas en torno a las restricciones sobre las tierras raras, un recurso esencial para múltiples industrias tecnológicas y de manufactura en EE.UU. Lutnick, junto con otros altos funcionarios como el secretario del Tesoro, Scott Bessent, y el representante comercial de EE.UU., Jamieson Greer, desempeñaron papeles cruciales en las discusiones, presentando el consenso alcanzado a Trump para su aprobación.
El trasfondo de estas negociaciones ha estado marcado por acusaciones recíprocas de incumplimiento del acuerdo alcanzado anteriormente en Ginebra, donde se estableció un pacto temporal de 90 días que veía la reducción significativa de aranceles por ambas partes. China acusó a EE.UU. de no seguir las guías acordadas, particularmente en lo referente a la exportación de chips de inteligencia artificial y las restricciones impuestas a estudiantes chinos. Por otro lado, EE.UU. reprochó a China por imponer restricciones a la exportación de tierras raras, críticas para sectores industriales claves.
A pesar de estos desafíos, la reciente llamada entre Xi y Trump facilitó la convocatoria de la reunión en Londres, reflejando un interés mutuo por encontrar terreno común y suavizar las asperezas en un contexto de incertidumbre global. Este nuevo marco de trabajo representa un paso hacia adelante en la resolución de una serie de disputas comerciales y tecnológicas que han agitado a los mercados internacionales, generando esperanzas de que pueda forjarse un camino hacia una coexistencia económica más armónica entre China y Estados Unidos.