Hoy, 10 de agosto, es un día especial para Castilla-La Mancha. De hecho, llevamos meses celebrando que tal día como hoy hace 40 años se aprobó en las Cortes Generales la Ley orgánica del Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha. La norma superior de nuestra región es mucho más que un marco común de reglas y de atribución de competencias: en nuestro caso ha supuesto también el kilómetro cero de un recorrido que nos ha llevado a las mayores cotas de progreso, bienestar e igualdad que jamás hayamos conocido en nuestra tierra. Más allá de problemas coyunturales, visto nuestro recorrido con perspectiva y objetividad creo indiscutible el enorme salto de progreso que ha supuesto para la inmensa mayoría de la ciudadanía estos cuarenta años de proyecto en común y de capacidad para tomar nuestras propias decisiones.
Nuestra comunidad autónoma es producto de la mejor España, la España de la Constitución de 1978. Y lo es, por tanto, del deseo de convivencia, del reencuentro de españoles y españolas que habían estado enfrentados en el pasado, de la prevalencia democrática de la ley que nos hace más iguales y protege a quien menos tiene frente a la ley del más fuerte (impuesta a la fuerza). El triunfo del diálogo como fórmula de resolución de conflictos. Y, quizá por ello, frente a comunidades que depositan su legitimidad en viejas batallas ganadas o perdidas -todas las comunidades y naciones son construcciones políticas surgidas en algún momento de la historia- aquí en Castilla-La Mancha anclamos nuestro origen en un proyecto común de todos los españoles y españolas, la Constitución, y en la aprobación de un Estatuto de Autonomía que fue posible porque así lo permitía la Carta Magna. Es justo, ahora que los resultados les avalan, reconocer su audacia de quienes decidieron aprovechar este nuevo escenario político para afrontar los desafíos de la descentralización y de la autonomía política no con el fin de enfrentar sino para construir, no para dividir sino para multiplicar. En definitiva, con la conciencia clara y el orgullo de que somos una parte de España y que nuestro objetivo no es solo prosperar como región sino también contribuir al progreso de nuestro país.
Castilla-La Mancha es, por eso mismo, fruto del acuerdo y del entendimiento, lo que explica que el Día de la Región, el 31 de mayo, coincida con la fecha de la constitución de las primeras Cortes autonómicas surgidas de unas elecciones democráticas en 1983, apelando directamente a que nuestra identidad es ante todo democrática, y que nos describimos como colectividad de manera esencial en el protagonismo de la palabra y del respeto, en la búsqueda de acuerdos para mejorar la vida de todos y de todas.
Eso es, precisamente, lo que arroja el balance de estos cuarenta años. Desde entonces han transcurrido cuatro décadas en las que la conciencia regional ha avanzado en torno a la eficacia de este proyecto compartido. Nuestro sentido de pertenencia a una comunidad autónoma tan reciente ha ido creciendo a la par que nuestro desarrollo autonómico ha impulsado una espectacular transformación de nuestra tierra, con una impresionante mejora en la calidad de vida de la inmensa mayoría, según todos los indicadores, y lo hemos hecho mientras avanzamos en cohesión social y en vertebración territorial.
Valgan como ejemplo algunos datos: hemos ganado casi 400.000 habitantes, que de media viven seis años más; hemos pasado de ningún kilómetro de autovía a más de 1.800; de contar sólo con dos residencias de mayores de titularidad autonómica a 51; y de no tener universidad propia –y registrar un 12% de analfabetismo- a presumir de un 25% de población universitaria. Hemos triplicado la presencia de la mujer en el mercado laboral y la participación política ha dado un vuelco. En nuestras Cortes regionales hubo en su primera legislatura una única mujer, mientras que hoy se sientan catorce en los escaños, legislando de manera pionera en materia de igualdad de género y contra la violencia machista.
Y lo que es muy importante para la autoestima de quienes habitamos esta región: ésta ya no es una tierra de paso subordinada a las órdenes de otros, sino un territorio protagonista con voz propia, que defiende sus intereses para no ser menos que nadie, y lo hace sin estridencias ni confrontaciones, porque hemos logrado un encaje armónico en el proyecto nacional, sin necesidad de afirmar nuestra identidad en contra de nadie. La igualdad, dentro y fuera de nuestros límites geográficos, constituye el principal motor de nuestra razón de ser, en la que el sentimiento castellanomanchego reafirma el español y comparte su lugar con otros como los provinciales o locales.
Siendo importante recordar, lo realmente determinante comienza mañana y depende de nosotras y nosotros mismos. Por eso, sin dejar de compartir el proyecto común que es España, somos más dueños y dueñas de nuestro destino de lo que fue nadie de esta tierra nunca antes. Seremos fundamentalmente lo que decidamos ser, conscientes de que esa decisión entraña una responsabilidad con el resto de quienes habitan en nuestro planeta y de las futuras generaciones que lo harán también aquí donde nosotros estamos ahora. Pensando en nuestros intereses, pero también en quien nos rodea cerca y lejos de nuestra región y en quienes habrán de recibir los rendimientos de nuestros esfuerzos individuales y colectivos, hagamos que cada día del futuro de Castilla-La Mancha merezca la pena. Empezando por mañana, cuando cumplamos cuarenta años y un día, y pasado…
Pablo Bellido, presidente de las cortes de Castilla-La Mancha.