En el pequeño pueblo de Villaricos, Almería, cuya población apenas alcanza las 715 personas, el festival Dreambeach ha sido durante casi una década, según la perspectiva de algunos locales, un vaso a punto de desbordarse. Paco, un experimentado hostelero del Chiringuito El Faro de Villaricos, compara la situación con un vaso que se llena hasta rebosar: el turismo familiar, el agua que ya estaba en el vaso, se ve desplazado por un flujo adicional, los asistentes al festival, lo que resulta en el derrame del contenido original. Según él, el festival ha llevado al pueblo a ser invadido por miles de «sujetos borrachos que hacen vandalismo y orinan en la calle», alejando al turismo familiar.
El Dreambeach, destacado como el evento de música electrónica más importante de España y un referente europeo, ha migrado a la ciudad de Almería para su edición de 2024, desatando el descontento entre algunos vecinos de la nueva locación en El Toyo. La pregunta que surge entre críticas y relocalizaciones es si aquellos en Villaricos que convivieron durante nueve años con el festival han sido considerados en este cambio. Opiniones divididas emergen entre los residentes y comerciantes: desde Francisco, con 13 años de experiencia sirviendo en un bar local y destacando la falta de beneficio directo del festival para negocios como el suyo, hasta el propietario del Hostal Casa Verde que disfrutaba de plena ocupación durante los días del evento.
La deslocalización del festival, defendida por sus organizadores como una necesidad para mejorar la accesibilidad, logística y oferta turística, es vista con escepticismo por quienes consideran que el evento no dejó en Villaricos y Palomares la esperada lluvia de millones. En respuesta a las críticas, la organización del Dreambeach recalca un impacto económico directo de 12,5 millones de euros y la creación de mil puestos de trabajo tras la edición de 2023, números que buscan destacar los beneficios de albergar un macroevento de esta magnitud.
La ciudad de Almería, al asumir el nuevo rol de anfitrión del Dreambeach, busca diversificar el modelo turístico regional, tradicionalmente focalizado en el turismo de sol y playa. El ayuntamiento enfoca sus esfuerzos en ampliar la oferta cultural y musical, buscando atraer a un espectro más amplio de visitantes. Por su parte, en Villaricos, algunos ven con buenos ojos la partida del festival, considerando el efecto negativo que, según testimonios, tenía sobre el turismo familiar y la calidad de vida del pueblo.
La reubicación del Dreambeach subraya el eterno debate entre el desarrollo económico que pueden impulsar grandes eventos y el impacto social y local que estos generan. Mientras algunos comercios en Villaricos expresan alivio, otros recordarán los años del festival como una oportunidad perdida para consolidar un turismo más diversificado. La percepción mixta sobre la salida del Dreambeach de Villaricos refleja los retos al equilibrar los intereses de diferentes sectores frente a la realización de macroeventos.