El independentismo catalán afronta un 1 de octubre marcado por la desilusión
y la falta de movilizaciones. Por primera vez desde la consulta de 2017, esta fecha significativa para el movimiento independentista se conmemora sin el control de la Generalitat por parte de un partido soberanista, situando al PSC y a Salvador Illa en el gobierno. Diferente a años anteriores, no se ha planeado ningún tipo de paro ni manifestación relevante, ni siquiera por parte de sindicatos como la Intersindical, que en el pasado fueron actores clave en convocar huelgas generales en apoyo al movimiento.
La crisis interna que vive ERC, así como una aparente desmovilización en las calles, evidencian un cambio de dinámica dentro del independentismo catalán. En contraposición, el partido Junts, durante su congreso, intentó aferrarse a la memoria del 1-O, apuntalándolo como el pilar fundacional de su corriente independentista. Aun así, la relevancia de la celebración parece haberse reducido considerablemente, ejemplificado por la ausencia de actos de gran envergadura y la menor participación ciudadana en eventos organizados, como el que tuvo lugar en Arenys de Mar.
En este lugar, la participación de figuras como Carles Puigdemont, mediante videoconferencia, y discursos que evocaron el legado del referéndum, no lograron eclipsar la sensación de fatiga que parece haberse asentado entre las filas soberanistas. Al contrario, el discurso se centró en un llamado a no caer en el desánimo y continuar la lucha por la independencia, a pesar de los obstáculos actuales y las evidentes señales de desmovilización.
Este desánimo queda aún más patente al contrastar la asistencia a eventos recientes con la masiva participación de años anteriores, incluidos periodos marcados por la pandemia. Los desafíos internos de los partidos, junto a la pérdida de atención mediática y la difícil situación política actual, sugieren un momento de introspección y posible reconfiguración dentro del movimiento independentista.
La disminución en el ímpetu independentista podría tener implicancias profundas tanto para la política regional como para la dinámica entre Cataluña y el gobierno central español. Con el paso de los años, el 1 de octubre sigue siendo una fecha de gran importancia simbólica, pero que ahora refleja los desafíos y la evolución del movimiento soberanista en Cataluña. La pregunta que queda en el aire es cómo se redefinirá el independentismo ante este nuevo escenario y cuáles serán sus próximas estrategias para reavivar la movilización y el interés de la ciudadanía hacia sus objetivos.