La M-40, una autopista de multas: ¿control o negocio?
El kilómetro 20 de la M-40 no es un tramo peligroso. Al menos, no según los datos del Ministerio de Transportes, que le otorgan un índice de peligrosidad de solo 4,7 puntos. Sin embargo, es el punto donde más multas se ponen en toda España. En 2024, los radares de este tramo capturaron a 74.873 conductores, un promedio de 204 al día. Una cifra que representa el 20% de todas las sanciones por exceso de velocidad en la Comunidad de Madrid.
El contraste es llamativo: en el kilómetro 10 de la misma vía, donde el peligro se dispara diez veces más (46,8 puntos), las infracciones son menores. Y aunque en 2022 hubo solo cuatro accidentes con víctimas en el km 20 —ninguno mortal—, el radar sigue cazando conductores de forma masiva. Es un punto clave, puerta de entrada a Mercamadrid, con un límite de 80 km/h y señalización clara. Pero ni la visibilidad ni la seguridad parecen disuadir a los infractores. O quizá son los propios conductores quienes no se disuaden.
Una vía, dos tramos, miles de multas
El fenómeno no se limita a este kilómetro. A unos treinta kilómetros de distancia, el radar del km 52 también figura entre los más activos de la región: 33.000 denuncias en 2024, similares a las del año anterior. Aquí el peligro es mayor (21,6 puntos en el índice ministerial) y en 2022 se registraron diez accidentes con víctimas, aunque tampoco mortales. Ambos tramos convierten a la M-40 en un auténtico imán para las sanciones, generando casi la mitad de las que se imponen en las carreteras secundarias de la región.
El informe de Automovilistas Europeos Asociados revela que Madrid es, en proporción, la comunidad con más multas por kilómetro: 202 al día. En total, 657.070 denuncias en 2024, un 8% más que el año anterior. Andalucía lidera en números absolutos debido a su extensión, pero la capital se lleva el título en densidad.
¿Radares para salvar vidas o para llenar arcas?
La polémica está servida. La asociación de automovilistas critica que los «radares camuflados» —y no los situados en zonas de alto riesgo— son los que impulsan la recaudación. «La DGT debería replantearse su política de radares —señalan—, porque no se está reduciendo la siniestralidad. Se han convertido en instrumentos de recaudación». Según sus datos, el 70% de los accidentes graves ocurren en carreteras secundarias, donde los controles brillan por su ausencia.
Y hay más casos llamativos. En la A-5, entre Móstoles y Arroyomolinos, un radar pasó de multar a 141 conductores en 2023 a 2.900 en 2024: un aumento del 2.000%. Algo similar ocurrió en el km 24 de la A-1, con un incremento del 145%.
Madrid capital: multas récord por la ZBE
El Ayuntamiento de Madrid tampoco se queda atrás. En 2024 puso 2,7 millones de multas, recaudando 378 millones de euros —la cifra más alta de su historia—. La mayoría fueron por acceder a la Zona de Bajas Emisiones sin autorización, un problema agravado por la ampliación del perímetro. Las cámaras automáticas dispararon las denuncias un 1.331%, aunque muchas han sido anuladas por jueces al no haber señalización clara.
Mientras tanto, las sanciones por alcoholemia, exceso de velocidad o uso del móvil al volante descendieron. ¿Prioridades? La duda flota entre quienes ven una política de seguridad vial y quienes sospechan de un modelo basado más en el castigo que en la prevención.
En la M-40, la pregunta sigue en el aire: ¿Por qué se multa tanto donde hay menos riesgo? La respuesta, como el radar del km 20, parece estar a la vista de todos. Pero nadie frena.