En el corazón de la Comunidad de Madrid, un proyecto pionero trabaja silenciosamente hacia una meta casi mítica: superar la extinción para alcanzar la inmortalidad. Este es el noble propósito del Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (Imidra), donde se lleva a cabo la clonación de árboles singulares de la región. A través de este proceso, individuos únicos, marcados por su robustez frente a fenómenos naturales adversos, su tamaño o las historias que encierran, son preservados del paso del tiempo, adquiriendo una existencia casi infinita.
Ya son 114 los árboles que han sido clonados, entre los cuales se destacan especímenes ampliamente reconocidos en la Comunidad. Emblemáticos como el ahuehuete del parque de El Retiro, el más viejo de Madrid, importado desde México hace aproximadamente cuatro siglos, y que hoy se ve acompañado por versiones más jóvenes pero genéticamente idénticas de otros árboles notables como el milenario Tejo del Arroyo de Valhondillo, la secuoya de la Casita del Príncipe y el altísimo plátano de la Trinidad.
La iniciativa, que vio la luz en 1991 tras la aprobación de la Ley de Protección de Fauna y Flora, se fundamenta en el afán de salvaguardar el rico patrimonio vegetal de Madrid. «Es incalculable el valor de lo que se está protegiendo aquí», asegura Francisco Molina, jefe del área de Investigación Forestal del Imidra y motor detrás del proyecto de clonación. Esta labor no solo busca proteger a los árboles singulares por su valor intrínseco, sino también conservar su valioso genotipo, pensado como una ventaja sobrevivida a través de los siglos de existencia.
Los métodos de clonación son variados y se adaptan a las necesidades específicas de cada especie. Mientras que algunos ejemplares pueden ser replicados a través de técnicas de enraizamiento como el estaquillado, otros requieren avanzados procedimientos de fecundación in vitro mediante embriogénesis somática. Este arduo proceso, que puede durar desde días hasta años dependiendo de la especie, es crucial para asegurar la continuidad genética de estos testigos vivos de la historia natural.
Los ejemplares clonados tienen diversos destinos: algunos permanecen como parte de estudios en el Imidra, otros se destinan a la reforestación de áreas compatibles ecológicamente, y hay quienes forman parte de iniciativas de educación ambiental en las instalaciones del instituto. La importancia de este trabajo reside no solo en la conservación de los árboles como entidades biológicas sino en su valor como símbolos de resistencia y testimonios de nuestra herencia natural.
Este importante empeño llega en un momento crucial, reflejado en el triste dato aportado por Molina: aproximadamente el 20% de los árboles catalogados como singulares han fallecido debido a catástrofes ambientales como incendios o la devastadora borrasca Filomena. La clonación, por tanto, emerge como un faro de esperanza, una estrategia para mantener viva la esencia de estos seres pese a la desaparición del original.
Más allá de la ciencia, el proyecto refleja un compromiso emocional y educativo con la naturaleza. Molina subraya la capacidad de estos árboles de fortalecer el nexo entre la sociedad y su entorno natural. A través de la clonación de estos gigantes singulares, el Imidra no solo regala vida continua a estos seres extraordinarios sino que también preserva historias, promueve la conciencia ambiental y alimenta la admiración por el mundo natural, asegurando que las futuras generaciones puedan también maravillarse e inspirarse en su presencia.