El incendio por el cupo catalán sigue azotando las estructuras del PSOE y promete avivar aún más las llamas de la discordia interna en un momento crítico para la formación política. Con el curso político recién comenzado, el descontento se hace eco en los corrillos del partido, especialmente entre algunas de sus federaciones más destacadas, que ven con preocupación los pactos alcanzados por el liderazgo con respecto a la financiación autonómica de Cataluña.
Desde Aragón, una voz crítica y significativa dentro del partido, ha resonado con fuerza. La ejecutiva aragonesa, encabezada por Javier Lambán, ha manifestado su frontal rechazo al acuerdo pactado entre el PSOE y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) concerniente al nuevo esquema de financiación para Cataluña. Este desacuerdo no solo refleja las tensiones internas por cuestiones de equidad y justicia en la distribución de recursos financieros sino que también pone en evidencia los retos a los cuales se enfrenta Pedro Sánchez para mantener la cohesión dentro de su partido.
En un intento por apagar las llamas de la disensión y presentar un frente unido ante los desafíos políticos inminentes, se contempla adelantar el próximo congreso federal del PSOE, programado originalmente para finales de 2025. Este movimiento se interpreta como una estrategia para rejuvenecer las bases del partido, reafirmar el liderazgo de Sánchez y, más crucialmente, desbloquear los congresos regionales que se encuentran en espera, especialmente en Andalucía, Aragón y Castilla y León.
Este llamado a las armas internas surge en un contexto donde las federaciones socialistas empiezan a materializar su descontento a través de posicionamientos oficiales, marcando un claro distanciamiento de las directrices emanadas desde Ferraz. La contienda interna se evidencia en el amplio rechazo de la ejecutiva aragonesa, consolidado tras más de tres horas de debate y sin que emergiera ninguna propuesta alternativa viable.
Otros líderes territoriales, como Emiliano García Page de Castilla-La Mancha, y Adrián Barbón de Asturias, así como los socialistas de Extremadura, han emitido críticas en la misma dirección, subrayando una postura común en contra de cualquier reforma del sistema financiero autonómico que no respete los principios de solidaridad, cohesión y suficiencia económica.
Mientras tanto, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, intenta mitigar los roces, negando una reforma específica o la creación de un cupo singular para Cataluña, y asegurando que se puede alcanzar una financiación equitativa para todas las comunidades autónomas dentro del marco de justicia para el conjunto del territorio nacional. Esta declaración, sin embargo, no ha logrado calmar las aguas revueltas dentro de su propio partido ni entre sus socios de gobierno.
En este escenario de incertidumbre y descontento creciente, el futuro inmediato del PSOE aparece difuso. La gestión de esta crisis, marcada por el desacuerdo interno y las presiones de sus socios de gobierno, será determinante no solo para la cohesión del partido sino también para la estabilidad del gobierno de Sánchez. Con los presupuestos a la vuelta de la esquina y la necesidad de mantener el apoyo parlamentario, el PSOE se encuentra en un delicado acto de equilibrio que requiere de destreza política y una sólida estrategia de unidad interna.