En la cosmopolita capital de España, el Matadero, un vibrante enclave cultural, celebra este 2024 un siglo de historia, una travesía que lo ha transformado desde su original función industrial a un relevante centro de arte y vida social. Este emblemático lugar, que hasta 1996 funcionaba en efecto como matadero, con sus exigentes turnos de 24 horas los siete días de la semana, logró capturar la imaginación de los cineastas, convirtiéndose en escenario de distintas producciones que abarcan desde la realidad social hasta el drama y la fantasía.
El cine español encontró en el matadero un lugar de cruda autenticidad. Figuras del calibre de Almodóvar, Saura y Bardem, entre otros, supieron ver más allá de la cotidianidad de su actividad, para hacer de este espacio un set de rodaje único en pleno corazón de Madrid. La Cineteca de Matadero celebra esta conexón con el cine mediante el ciclo «Matadero, set de rodaje», donde se proyectan películas que, en su momento, pasaron inadvertidas ante el gran público, ofreciendo una semblanza del matadero antes de su transformación cultural.
El director de Cineteca Madrid, Luis E. Parés, destaca la importancia del recinto como archivo viviente de la ciudad, sobre todo durante épocas de escaso movimiento cinematográfico como el franquismo y los años 70. Según Parés, la representación más realista del matadero se encuentra en películas como «Felices Pascuas» de Juan Antonio Bardem, describiéndola como cine popular y valiente, una fábula sobre la perseverancia familiar en tiempos difíciles.
A la importancia simbólica del matadero en «Los Golfos» de Carlos Saura, se suma «Matador» de Pedro Almodóvar, donde el recinto se ve imbuido en una historia de pasiones oscuras. El sitio, además, ha ofrecido un lienzo en blanco para escenarios tan dispares como el cielo en «Sin noticias de Dios» de Agustín Díaz Yanes, o una esquina exótica de Shanghái en la película de Fernando Trueba.
En una narrativa que se entrelaza con la propia regeneración urbana de Madrid, la película «La buena estrella», con Antonio Resines, ofrece un tributo tanto al espacio físico del Matadero como a su comunidad circundante. El Goya concedido a Resines por su papel como carnicero de Arganzuela resalta la profunda conexión entre el recinto y el barrio que lo acoge.
El proceso de transición del Matadero desde su función original hasta convertirse en el núcleo cultural que es hoy día, se documenta en «Procesos», una película que refleja el cambio y preserva la memoria de un tiempo ido. El director Parés subraya la dificultad actual para rodar en un lugar tan lleno de vida como el Matadero, un testimonio de su evolución desde un sitio de trabajo intenso a un espacio vibrante de creatividad y encuentro social.
El legado del Matadero, más que una memoria industrial, es una crónica de la capacidad de reciclaje cultural de la ciudad, demostrando que incluso los lugares más prosaicos pueden transformarse en epicentros de arte y comunidad. A medida que el Matadero celebra su centenario, el lugar se erige no solo como un testimonio de la historia de Madrid, sino también como un símbolo de su constante reinvención y vibrante futuro cultural.