En 2010, Francisco Fernández, de 90 años y con problemas de vista y movilidad, llevó a su amigo Santos Jiménez al paraje conocido como la cruz del Cerro, en el Valle del Tiétar, y señaló un círculo con su bastón diciendo que allí estaba enterrado su padre, a quien había visto muerto cuando era niño en 1936. En el acto de entrega de los restos en el Ayuntamiento de Cuevas del Valle, la antropóloga e historiadora Lourdes Herrasti confirmó que Francisco tenía razón. En abril del año pasado, el equipo de la sociedad de ciencias Aranzadi abrió la fosa con una subvención del Gobierno central. Francisco ya había fallecido en 2012 sin haber podido ver los restos de su padre.
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