La travesía de 11 días de un joven marroquí, marcado y encerrado, desde una celda en Francia hasta la libertad

Todo se planificó en una celda de una cárcel francesa, y se ejecutó en una finca ubicada en el municipio malagueño de Torrox. Cuando los agentes llegaron hasta ella, encontraron restos de sangre y el cuchillo con el que habían amputado parte de la oreja izquierda de la víctima como si fuese un pitbull. Un ciudadano marroquí que permaneció 11 días secuestrado por un alijo de tres toneladas de hachís como causa y que sufrió una forma de tortura que se extiende entre las redes del narco que operan en el litoral sur del país.

La Policía Nacional ha detenido a dos ciudadanos franceses —uno, en el país galo; y otro, en la Costa del Sol— por unos hechos que fueron grabados y enviados a la familia de la víctima para forzarla a pagar un rescate de 1,4 millones de euros. Imágenes muy duras que documentaron un sádico cautiverio de vejaciones, palizas y cortes que provocaron lesiones en la víctima que requirieron un periodo de sanación.

Las pesquisas de los agentes del Grupo I de la Sección de Crimen Organizado de la Udyco Costa del Sol comenzaron el 14 de abril del pasado año, cuando una mujer de nacionalidad marroquí se presentó en dependencias policiales para denunciar el secuestro de su esposo. No hablaba nada de español y fue necesaria la colaboración de una traductora para que pudiese facilitar la poca información de la que disponía.

Relató que su compañero sentimental había viajado a España, pero que hacía seis días que no le llamaba, y temía que algo malo hubiese podido pasarle. No aportó muchos más datos. Solo que perdió el contacto el 8 de abril y que su marido se encontraba entonces en la localidad de Benalmádena.

Los investigadores siempre sospecharon que la mujer fue enviada para dar la voz de alarma y que estaban ante un amarre vinculado con el narcotráfico. No se equivocaban. Supieron que el entorno familiar del secuestrado estaba vinculado con grandes envíos de hachís desde Marruecos. Y fue el destinatario del material audiovisual de las torturas remitido a través de la aplicación Signal por unos tipos que hablaban en francés. Estas personas incluso llamaron a un hermano de la víctima para advertirle que estaba retenida y que para su liberación debían pagar 1,4 millones de euros.

De las indagaciones posteriores se derivó una hipótesis para explicar el trasfondo de todo lo ocurrido. Según explicaron a Diario de Actualidad fuentes cercanas al caso, un grupo organizado francés con ramificaciones en la Costa del Sol compró tres toneladas de un hachís concreto a unos proveedores marroquíes. Cuando el alijo llegó a Francia, los narcos se percataron de que la droga era de peor calidad que la pagada, por lo que se sintieron estafados. «Exigieron a los suministradores que se llevaran la mercancía y entregasen el tipo de hachís acordado, pero estos les dijeron que se lo quedaran y pagarían la diferencia». La propuesta no convencía a los traficantes galos, que pidieron una reunión para hablar cara a cara. Y ahí es donde entró en escena el secuestrado.

Este hombre fue enviado desde Marruecos para entrevistarse con los traficantes y tratar de reconducir la situación. Ambas partes quedaron junto a un supermercado de Benalmádena, pero por parte de los traficantes no lo hizo la persona acordada. Fue B.B., un franco argelino de 43 años, que hacía vida familiar en Estepona, pero que era uno de los hombres fuertes de los narcos en la Costa del Sol.

Consiguió ganarse la confianza del marroquí y este decidió acompañarlo a una finca que ubicó «a unos 30 kilómetros». Como era Ramadán, y ambos son musulmanes, decidieron parar en una gasolinera para comprar unos refrescos con los que acompañar unos dátiles que comerían al caer el sol para romper el ayuno. Pero lo que no imaginaba el mediador es que, al llegar a la casa, le esperaban dos tipos corpulentos que lo reducirían.

El hombre pasaría 11 días secuestrado —del 8 al 19 de abril—. Un tiempo en el que estuvo maniatado y amordazado, en el que no recibió comida y durante el que fue sometido a múltiples torturas. Sus familiares recibieron videos en los que era golpeado durante días, en los que le mutilaban la oreja izquierda con un cuchillo de grandes dimensiones mientras se proferían amenazas en francés. Fotografías en las que se le podía ver desnudo y atado para forzar el pago del dinero reclamado.

El 19 de abril, por circunstancias que se desconocen, la víctima fue trasladada en una furgoneta hasta un lugar apartado de Mijas y donde la liberaron sus captores. Con «numerosas heridas» visibles del cautiverio, se presentó en una gasolinera, donde una persona que repostaba su vehículo le dio 10 euros con los que llamó a Marruecos. Después ingresó en un centro sanitario y a los pocos días declaró ante los agentes en compañía de su esposa y un abogado.

Las diferentes líneas de investigación de los expertos en crimen organizado permitieron identificar al individuo que recogió al secuestrado: B.B. Su detención se produjo en una urbanización de Estepona, donde se hallaron un fusil de asalto AK-47, tres pistolas y 500 cartuchos, además de otros efectos —como prendas de la Policía— que se escondían en el cuarto de un bebé. Aunque la persona ante la que respondía, el cabecilla que había dirigido la operación, se encontraba a más de mil kilómetros de distancia.

Era I.A., también franco argelino, de 39 años, presunto líder de la red de narcotráfico y que fue arrestado en Francia en respuesta a una Orden Europea de Detención y Entrega (OEDE) emitida por las autoridades españolas. Los responsables del caso determinaron que fue la persona que supuestamente planificó un secuestro que dirigió desde una celda, ya que cuando se perpetró estaba cumpliendo condena por otra causa.

Los dos arrestados han sido acusados de secuestro, lesiones, depósito de armas de guerra y munición y pertenencia a organización criminal. La investigación se ha dado por cerrada con una incógnita aún por despejar: ¿Por qué dejaron libre al mediador? La sospecha de los agentes es que «recibieron dinero». «No los 1,4 millones que pedían, pero sí una parte, como gesto de buena voluntad». Y probablemente eso salvó a la víctima.

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