La cochinilla basta del carmín o silvestre, Dactylopius opuntiae, un pequeño pero devastador insecto originario de México, ha dejado una profunda huella en el paisaje agrícola de las Islas Canarias desde su primera detección en La Palma en 2010. Con una capacidad invasiva preocupante, este parásito se ha expandido a Tenerife, Lanzarote y, más recientemente, a Gran Canaria, forzando al Gobierno canario a declarar su presencia como una plaga en agosto del año pasado.
Este insecto fija su residencia en las tuneras, cactus que son parte del paisaje y de la cultura agrícola de las islas, causándoles graves daños como clorosis y necrosis, debilitándolas hasta provocar su muerte. Esta situación ha encendido las alarmas entre los agricultores locales, quienes ven amenazada una tradición de más de doscientos años en el cultivo de otra especie de cochinilla: la Dactylopius coccus, conocida como Cochinilla de Canarias y que goza de una Denominación de Origen Protegida (DOP). Este otro insecto, en contraste con su contraparte invasora, se ha utilizado tradicionalmente para la producción de un valioso colorante natural, el ácido carmínico.
La situación en Lanzarote es especialmente alarmante. Aunque en 2020, la isla contaba con menos de 200 hectáreas dedicadas al cultivo de la cochinilla clásica, hoy día, el número de hectáreas cultivables ha disminuido drásticamente a cerca de 10, con apenas 50 agricultores en activo. Localidades como Guatiza y Mala, en Teguise, que alguna vez fueron prósperas en la recolección de este parásito, ahora se enfrentan al riesgo de la desaparición de sus fincas debido a la plaga invasora.
Pedro Juan González, presidente de la Cooperativa Agrícola de Guatiza y Mala, comparte una visión sombría sobre el futuro del sector, destacando que la combinación de dificultades para comercializar la cochinilla, la falta de agua y la plaga invasora han diezmado lo que una vez fue una próspera industria. La consecuencia directa es un paisaje agrícola «dantesco» y una profunda desmotivación entre los jóvenes agricultores, quienes no ven un futuro en la continuidad de esta tradición.
La competencia internacional también ha contribuido a la crisis. Países como Perú, Chile y Etiopía han industrializado la recolección de cochinilla, ofreciendo precios significativamente más bajos y dejando en desventaja la producción manual de Lanzarote, que se enfrenta a precios de producción mucho más altos.
Ante esta situación crítica, Juan Cazorla, biólogo de la Asociación Milana, hace un llamamiento para apreciar los beneficios de la tunera y promover el uso sostenible de la cochinilla. Cazorla enfatiza que, aunque la cochinilla no sustente por sí sola un medio de vida, proyectos orientados a mantener las plantas limpias y sanas pueden ofrecer una solución.
La lucha contra la invasión del Dactylopius opuntiae en Canarias es una carrera contra el tiempo. La convocatoria de ayuda para proyectos de recuperación apela a la necesidad urgente de revertir el daño provocado, con la esperanza de preservar uno de los paisajes más emblemáticos y queridos por los canarios. La solución a largo plazo requerirá una combinación de esfuerzos locales, apoyo gubernamental, y quizás lo más importante, una conciencia colectiva sobre la importancia de proteger la biodiversidad y el patrimonio agrícola de las Islas Canarias.