En Valdepiélagos, un pequeño pueblo en Madrid, el colegio electoral abre sus puertas dos meses y medio antes de la fecha oficial de las elecciones municipales y permite que los ciudadanos decidan quién gobernará el pueblo en lugar de elegir entre distintos partidos políticos. Los censados rellenan una hoja con siete espacios en blanco en la que escriben los nombres de otros tantos vecinos: sus preferidos para gobernar la localidad. Quienes conciten más votos conformarán la Corporación local gracias a un sistema insólito instaurado desde el inicio de la democracia.
Este sistema ha sido llamado una especie de “primarias del pueblo” y se ha convertido en una tradición en Valdepiélagos. Los electores han expresado que aquí dan igual los partidos, y que lo importante es elegir a las personas más capacitadas y con mejores ideas para gobernar la localidad. El recuento de los votos comienza después de las ocho de la tarde y culmina pasadas la una de la madrugada.
Este proceso permite que la localidad pueda identificar al próximo alcalde antes que cualquier otro sitio, lo que la convierte en una comunidad que se adelanta al futuro político del resto del país.
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