Madrid, una ciudad repleta de historia, cultura y secretos, alberga entre sus calles tesoros poco conocidos que sorprenden a propios y extraños. Uno de los hallazgos más recientes y cautivadores es una estatua de la Libertad casi olvidada, la cual, curiosamente, es dos décadas más antigua que su homóloga neoyorquina. Este detalle no solo despierta la curiosidad de los amantes de la historia y la cultura sino que también invita a reflexionar sobre la relación entre arte, libertad y democracia a través de los tiempos.
Situada discretamente en el Panteón de Hombres Ilustres, esta estatua madrileña de mármol blanco de Carrara fue cincelada por el escultor aragonés Ponciano Ponzano en 1853. Su creación, destinada a conmemorar la libertad y los ideales republicanos, antecede a la célebre Estatua de la Libertad de Nueva York, obra de Frédéric Auguste Bartholdi entre 1875 y 1879. La pieza madrileña presenta sutiles pero significativas diferencias con respecto a su par americano, siendo el material en que fue esculpida y sus dimensiones apenas los más evidentes. Mientras la estatua de Madrid destila elegancia clásica en poco más de dos metros de alto, la icónica figura neoyorquina se eleva hasta los 46 metros, su fachada de cobre patinado sorteando el horizonte.
Más allá de las distancias físicas y las diferencias estéticas, cada estatua cuenta su propia historia y refleja la idiosincrasia de su país. La española, con una joven ataviada con un gorro frigio –símbolo de la libertad–, un cetro en una mano y un yugo roto en la otra, simboliza el fin de la opresión. Por otro lado, la americana sostiene una antorcha y una tabla con la fecha de la Declaración de Independencia, marcando el camino hacia la libertad y el nuevo mundo.
Para aquellos interesados en descubrir este monumento a la libertad, la visita al Panteón de Hombres Ilustres se convierte en una cita ineludible. Además de albergar esta estatua, el panteón es la última morada de destacados políticos españoles de los siglos XIX y XX, convirtiéndolo en un lugar rico en historia y cultura. Afortunadamente, el acceso al panteón es gratuito y ofrecen horarios amplios para acomodar a visitantes de martes a domingo.
El descubrimiento de esta estatula no solo enriquece el patrimonio cultural de Madrid, sino que también demuestra cómo la ciudad continúa revelando secretos y sorpresas que desafían nuestras expectativas. Como madrileños y visitantes, tenemos la responsabilidad de conocer, preservar y compartir estas joyas ocultas que contribuyen a entender mejor nuestra historia compartida y los valores que veneramos.
Este redescubrimiento plantea un llamado a explorar más a fondo los rincones menos transitados de nuestras ciudades y a valorar las historias y símbolos que se encuentran en ellos. Madrid, con su amalgama de lo antiguo y lo nuevo, demuestra una vez más ser un lugar donde cada calle, cada plaza y cada monumento tiene una historia que contar, esperando ser descubierta por ojos curiosos y amantes de la cultura.
