«Condenan a cuatro años de prisión por apropiarse de la indemnización de sus hijos tras un accidente»

Un padre condenado a cuatro años de prisión por apropiarse de las indemnizaciones de sus hijos discapacitados

Lo que comenzó como una tragedia familiar se convirtió en un caso de traición y despojo. La Audiencia de Alicante ha condenado a un hombre de 54 años a cuatro años de prisión por apropiarse del dinero que sus dos hijos recibieron como indemnización tras quedar gravemente discapacitados en un accidente de tráfico ocurrido en 2006. La sentencia no solo revela un abuso de confianza, sino una crudeza difícil de digerir: un padre utilizando el sufrimiento de sus propios hijos para su beneficio.

El accidente, que marcó para siempre a la familia, dejó secuelas irreversibles. La madre y el hijo mayor —que entonces tenía solo nueve años— fueron reconocidos con un 65% de discapacidad, mientras que la hija menor, de siete, sufrió daños aún más graves, con un 88% de minusvalía. La aseguradora destinó una compensación total de 1,2 millones de euros, distribuidos entre la madre y los dos niños, además de una pensión por invalidez.

Sin embargo, la justicia ha demostrado que ese dinero nunca llegó a sus legítimos dueños. El acusado, quien asumió el control absoluto del patrimonio familiar, desvió fondos para financiar negocios propios, incluyendo dos empresas de venta de vehículos creadas en 2009 y 2010. Pese a los repetidos requerimientos, nunca rindió cuentas sobre el manejo de las indemnizaciones, actuando, según el tribunal, con un “ánimo de enriquecimiento injusto”.

La sentencia aplicó una agravante por parentesco, dado su vínculo con las víctimas, pero también una atenuante por las demoras judiciales, ya que el caso tardó años en llegar a juicio. Ahora, además de la pena de cárcel, deberá devolver 356.305 euros a su hijo y 179.433 euros a su hija, una reparación económica que difícilmente borrará el daño moral infligido.

El fallo, recurrible ante el Tribunal Superior de Justicia Valenciano, cierra un capítulo oscuro en el que el deber de protección paterna se convirtió en un mecanismo de explotación. Los hijos, hoy adultos, cargan no solo con las secuelas físicas del accidente, sino con la herida de una traición que, para ellos, no tiene indemnización que la cubra.

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