El laberinto de Margarita Robles: entre el embargo a Israel y la presión de la OTAN
Margarita Robles afronta su momento más delicado al frente del Ministerio de Defensa. Con casi siete años en el cargo —y a punto de superar el récord de Narcís Serra—, la ministra navega entre desafíos domésticos y exigencias internacionales que tensionan su gestión. Desde un posible veto de armas a Israel hasta las demandas de inversión militar de la OTAN, Robles intenta mantener el equilibrio en un escenario donde la política y la estrategia chocan sin tregua.
El dilema del embargo
El último frente abierto es la proposición de ley respaldada por el PSOE, Sumar y otros grupos para bloquear la venta de armas a países acusados de genocidio —sin nombrar explícitamente a Israel—. La medida, impulsada por la crisis en Gaza, podría afectar proyectos clave de las Fuerzas Armadas españolas, que dependen de tecnología israelí.
Aunque Israel no compra sistemas críticos a España, sí exporta componentes esenciales para programas como el vehículo Dragón 8×8 —cuya radio táctica, blindaje y misil Spike son de origen israelí— o el futuro sistema de lanzacohetes Silam, basado en el diseño PULS. Fuentes del sector apuntan a soluciones indirectas: "No se necesita negociar directamente con Israel. Basta con triangular las compras a través de socios", explica un involucrado en proyectos afectados.
Desde Defensa restan peso al impacto: "El debate es simbólico. El mensaje es político: condenar a Israel. La industria ya busca alternativas". Pero la tensión persiste. La anulación del contrato de balas israelíes para la Guardia Civil —que según Antonio Maíllo (IU) desató "la mayor crisis del Gobierno"— anticipa los roces internos que podría generar la medida.
La OTAN y el "3,5% imposible"
Mientras, la cumbre de la Alianza en La Haya (junio) agrava la presión. Estados Unidos, con Donald Trump en campaña, exige elevar el gasto militar al 5% del PIB. La propuesta en discusión: un 3,5% en defensa directa y otro 1,5% en partidas afines, con un plazo de cinco a siete años.
España, que apenas alcanza el 1,4%, rechaza los nuevos cálculos. Robles insiste en que "no se trata de fijar porcentajes a ciegas, sino de adaptarlos a las capacidades reales de la industria". Sin embargo, el propio Gobierno anunció en abril una inyección de 15.000 millones para alcanzar el 2% en 2025 —el mayor esfuerzo en democracia—, aunque expertos critican la falta de un plan estratégico detrás de las cifras.
"El documento es político, no militar. No hay reflexión geopolítica", lamenta un reservista. En el sector, muchos dudan de que España pueda ejecutar ese gasto a corto plazo: "Ni el 2% ni mucho menos el 3%. Sin presupuestos y con esta burocracia, es inviable", admite una fuente cercana al Ministerio.
La ausencia de un relato
El problema de fondo es la falta de un discurso cohesionado. Mientras Emmanuel Macron y Alemania abanderan el rearme, Pedro Sánchez evita incluso pronunciar la palabra. Robles, por su parte, ha eludido construir una narrativa, limitándose a cumplir con los compromisos internacionales y controlando las intervenciones de los altos mandos.
El desgaste se refleja en sus cifras: según el CIS, solo el 40% de los españoles apoya aumentar el gasto en Defensa. Su imagen pública también ha caído —de 5,06 a 4,63—, en un contexto donde las críticas internas resurgen. Durante la reciente feria FEINDEF, Robles renunció al discurso inaugural, en medio de rumores por los mensajes de Sánchez tachándola de "pájara".
"Este año la feria no tuvo rostro. La defensa en España sigue sin creérsela ni siquiera el Gobierno", resume un empresario del sector. Con elecciones europeas y presiones geoestratégicas crecientes, el camino para Robles no parece más sencillo. La pregunta es si España logrará articular una política de defensa —más allá de los parches— antes de que los desafíos la desborden.
